Benjamin Whitmer (1972) nació y se educo en comunas agrarias y campamentos contraculturales dispersos entre el sur de Ohio y el norte del estado de Nueva York. Según él mismo recuerda: «No teníamos electricidad, agua corriente, seguro médico ni nada que se le pareciera. Cultivábamos, cortábamos leña y criábamos animales, de modo que pasé más tiempo apilando troncos y cuidando del ganado del que me gustaría reconocer». Uno de sus primeros y más felices recuerdos es el de encontrarse de pie con su madre en la cuneta de una carretera comarcal, haciendo autoestop hacia un destino desconocido. Desde entonces, ha sido operario en fábricas, vendedor de aspiradores, convaleciente, estudiante intermitente, estibador, activista, okupa, ratero, autor de manuales técnicos, lavaplatos e incluso profesor universitario. Algo que nunca ha dejado de hacer es escribir.
Tras colocar varios relatos en diversas revistas, en 2010 consiguió publicar su primera novela, Pike. Aunque no cosechó demasiado éxito en su país de origen, fue recibida con entusiasmo en Francia, donde fue traducida dos años más tarde por Éditions Gallmeister. Desde entonces, Whitmer ha publicado otras tres novelas más: Cry Father (2014), Old Lonesome (2018; publicada en castellano como Evasión por Ediciones Siruela en 2023) y Les Dynamiteurs (2020), editada directamente en Francia, lo que da buena idea de la popularidad cosechada por el autor en el país vecino. En 2010 fue abordado por el sello Igniter Books, dirigido por Anthony Bozza y Neil Strauss, con la oferta de coescribir la autobiografía de Charlie Louvin, el único miembro superviviente de los Louvin Brothers. El resultado fue Satán es real, que Whitmer califica de «ciertamente una autobiografía. La historia de Charlie contada a través de un escriba que soy yo. Mi nombre aparece en la portada, pero es su libro. Yo simplemente tuve la suerte de ser el elegido para plasmarla sobre el papel».
Whitmer vive con sus dos hijos en Colorado, donde dedica la mayor parte de su tiempo libre a recopilar historias locales y a zanganear en librerías, estancos y campos de tiro de los pocos barrios de Denver que aún quedan por gentrificar.
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