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Kevin Birmingham, ganador del premio Truman Capote 2016

23 de noviembre de 2016
Kevin Birmingham

Kevin Birmingham ha sido galardonado con el Premio Truman Capote de Crítica Literaria 2016, otorgado por la Universidad de Iowa en conjunción con la fundación Truman Capote Literary Trust, por su obra El libro más peligroso, cuya edición española sale a la venta precisamente hoy 23 de noviembre. La ceremonia de entrega del premio tuvo lugar el pasado 19 de octubre. Reproducimos a continuación los primeros párrafos del discurso de aceptación de Kevin Birmingham, el cual puede leerse íntegro en inglés en su página web.

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Si mereciese la pena acuñar un término para el tipo de trabajo que estamos haciendo otros cuantos académicos y yo, podríamos llamarlo «historicismo narrativo». El historicismo narrativo es como cualquier otro historicismo en el sentido de que asume que la importancia de un texto no es inmanente, sino que irradia concéntricamente del autor hacia su familia, influencias y preocupaciones; también, en un segundo nivel, hacia sus amigos y aliados, editores e impresores; y más allá aún, hacia los hábitos y prejuicios culturales, hacia las instituciones legales, políticas y económicas. El historicismo considera que todos estos fantasmas flotan a nuestro alrededor cada vez que un lector coge un libro.

El historicismo impone un orden en el caos. Encuentra patrones en la pasmosa inmensidad del pasado. Lo que fascina al historiador es cómo un libro crea ondas sobre la amplia superficie de una cultura, cómo las intenciones literarias acaban poniéndose al servicio de intereses imprevistos, la manera en la que los significados son distorsionados, en la que ciertas personas se enriquecen o sufren, la manera en la que una expresión de libertad acaba convirtiéndose en una trampa, cómo lo que en otro tiempo fue virtuoso pasa ahora a ser inmoral.

El historicismo narrativo utiliza la crónica como método de imponer el orden. Invierte la estructura crítica habitual. En vez de incrustar historias en una argumentación, incrusta argumentaciones en una historia. La narración reafirma la relevancia, identifica la influencia y cualifica la importancia. Extrae matices a partir de la personalidad, de momentos históricos, de entornos, disputas y gestos. La crítica no queda lejos. La historia literaria surge de la acumulación de una letanía de intimidades, de las pequeñas experiencias cotidianas de hombres y mujeres de letras. Recrear esas experiencias es tan crucial como crear argumentaciones al respecto de las mismas. De hecho, sirve a su vez como argumentación. Los detalles narrativos están al servicio de un propósito crítico. El tamaño y el estilo de las libretas de notas de James Joyce es relevante. Que Ezra Pound fuese uno de los primeros aliados de Joyce no es lo único que importa, sino también que fuese el tipo de niño capaz de pedirle a Santa Claus un hacha de batalla y un globo terráqueo. Que Sylvia Beach se atreviese a publicar Ulises no es lo único que importa, sino también que fuese supremamente generosa y complaciente en grado casi extremo.

Por supuesto, podemos aplicar estos métodos a la crítica literaria en sí. Su forma queda moldeada por cómo se produce, financia y distribuye. Escribir en un portátil es distinto a escribir con máquina o con pluma y papel. La diferencia entre una editorial comercial y una editorial universitaria es significativa. Que los críticos literarios casi siempre trabajen bajo el auspicio de las universidades tiene su relevancia. Como también la tiene que la crítica reciba el apoyo de ayudas, becas y premios.

Este galardón fue creado en memoria de Newton Arvin, profesor de Lengua Inglesa en la Universidad Smith, que fue condenado por comportamiento impúdico y posesión de materiales obscenos después de que agentes de la «unidad antipornográfica» de la policía de Massachusetts registrara su apartamento en 1960. El verdadero crimen de Arvin era que el material sexualmente explícito que obraba en su posesión era de naturaleza homosexual. Durante la investigación, Arvin delató al parecer a otros dos miembros no numerarios del claustro que también poseían materiales supuestamente obscenos. En última instancia, los tribunales anularon la condena de los profesores, pero la Universidad Smith suspendió las actividades lectivas de Arvin y le recortó el sueldo a la mitad. Falleció en 1963. Los otros dos miembros no numerarios del claustro fueron despedidos. Smith nunca se ha disculpado por ello. Este galardón a la crítica literaria es el recordatorio de una injusticia perpetrada por una profesión que no supo estar a la altura de sus valores. Podemos hallar cierta satisfacción en el hecho de que, décadas después de que estos hombres sufrieran a causa de las leyes contra la obscenidad, el premio en memoria de Arvin honre este año la historia de las luchas de James Joyce contra ese mismo régimen censor.