He aquí una noticia que jamás imaginamos que deberíamos dar en este espacio. Es con profunda tristeza y estupor que debemos comunicaros el fallecimiento de David J. Skal el pasado 1 de enero, a los 71 años de edad, debido a un accidente de tráfico. La noticia ha sido confirmada oficialmente esta mañana por su agente. Autor de absoluta referencia para nosotros y hombre sabio donde los haya, David era además un tipo cercano, amable y cariñoso, como bien pudisteis comprobar quienes tuvisteis la suerte de charlar con él durante su última visita a España hace apenas dos meses. Le vamos a echar muchísimo de menos.
Nacido en Garfield Heights (un suburbio de Cleveland, Ohio), David se enamoró en la adolescencia de las artes escénicas y la escritura. Fue editor y reportero del periódico de su instituto, lo que le supuso una beca para estudiar Periodismo en la Universidad de Ohio. Su trabajo como crítico de cine, periodista cultural y ayudante del jefe de redacción del Ohio University Post, uno de los principales periódicos universitarios de Estados Unidos, condujo a su contratación como director de publicidad del Teatro Monomoy en Cape Cod. Tras su graduación en 1974, ocupó el mismo puesto en la Hartford Stage Company hasta que en 1978 se mudó a San Francisco para trabajar en el American Conservatory Theatre. Autor de numerosos relatos breves desde sus años universitarios, durante la década de los ochenta publicó tres novelas de ciencia ficción: Scavengers (1980), When We Were Good (1981) y Antibodies (1987). Uno de los proyectos que acariciaba en el momento de su fallecimiento era precisamente regresar a la narrativa.
En 1990, su prolongado interés en Drácula le impulsó a escribir su primer ensayo, Hollywood gótico. Fue el inicio de una brillante carrera como autor de no-ficción que le mantendría ocupado el resto de su vida, publicando una decena de ensayos de referencia, varios de los cuales hemos tenido la gran fortuna de publicar en castellano gracias a su continua complicidad. En 1997 fue el coeditor, junto a Nina Auerbach, de una magnífica edición crítica de la novela de Bram Stoker, publicada en Estados Unidos por Norton. También ha dirigido una docena de documentales —varios de los cuales pueden verse en castellano como extras de las ediciones en DVD y Blu-Ray de las clásicas películas de monstruos de Universal— así como el «detrás de las cámaras» del film ganador de un Oscar Dioses y monstruos. Recientemente, acababa de coproducir y grabar las pistas de comentario para una edición conjunta de La parada de los monstruos, Garras humanas y The Mystic lanzada por Criterion.
Si el fallecimiento de un autor siempre resulta triste, en el caso de David nos ha parecido doblemente trágico, teniendo en cuenta el momento particularmente dulce y activo por el que estaba pasando tanto vital como laboralmente. Tal como pudisteis descubrir quienes asististeis a sus charlas y actividades del pasado mes de noviembre en Donostia, Madrid y Barcelona (a las que pertenecen las imágenes que acompañan este texto), estaba terminando de escribir el que, anunciaba, iba a ser su último ensayo: I Hear America Scream, un libro sobre el terror en la política estadounidense contemporánea. También estaba trabajando en sus memorias y escribiendo un guión para adaptar al cine su biografía de Bram Stoker, Algo en la sangre, para una productora irlandesa. Por si eso fuera poco, tenía ya confirmada su participación en el Festival de Cine de Sitges de 2024 para presentar una retrospectiva de Tod Browning y también su regreso a Chile, que ya visitó en 2022, con motivo del Festival de Cine Fantástico y de Terror organizado por la Universidad de Santiago de Chile. Que la carrera de un veterano sabio y afable al que todavía le quedaba mucho por decir y por aportar haya quedado truncada por un adolescente que regresaba borracho a casa de una fiesta de Nochevieja es una burda metáfora a la que David a buen seguro habría sabido sacarle punta; nosotros desde luego no nos vemos capaces.
Nos queda el consuelo de saber que se fue sabiéndose querido. Para él era muy importante el trato con sus lectores y os podemos asegurar que se volvió a casa genuinamente feliz y emocionado por la acogida que le brindasteis allá donde fuese. Es por ello que hoy nos sentimos tristes, pero también agradecidos. Y queremos recordarle como siempre le vimos: sonriente, atento, entusiasta, enamorado del cine, los monstruos, sus lectores y sus amigos.
Descansa en paz, David.